lunes, 7 de mayo de 2007

El principio de la renuncia

¿Quién no ha sentido alguna la frustración de saber que se trabajó esforzadamente en un proyecto y éste quedó a medias? Peor aún es darse cuenta que un proyecto quedó a medio terminar y con todos los gastos hechos.
Jesús nos enseña en Lucas 14:25-33 acerca de tomar conciencia de lo que significa seguirle.
"Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo" (v. 26)

,y sigue en el v.28 y 31 con los siguientes ejemplos, respectivamente:
"Porque, ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?"




"O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?"



Muchas veces, al leer estos ejemplos, ponía mi mirada en lo que implicaba acabar la torre o enfrentar al ejército enemigo. Fui sorprendido cuando entendí uno de los principios más importantes en el reino de Dios. Yo lo llamo "principio de la renuncia".
Es cierto que al comenzar una construcción de una casa, planificamos los gastos de los materiales y la mano de obra. A partir de eso, vemos si podemos dar comienzo a su edificación. Muchas construcciones parten con grandes planos y con proyecciones de ser mega-edificios. Sin embargo, por errores en el camino, la construcción llega hasta la mitad, sin haber quién la termine.

No hace falta solamente tener los recursos ni las capacidades. Hay algo que es más profundo que eso, y es fundamental. ¿Qué parte de mí es la que se involucra en el proyecto iniciado? En otras palabras, ¿cuánto soy capaz de renunciar a mis propios beneficios para que tal proyecto llegue al éxito? Porque una cosa es tener las capacidades, pero otra muy distinta es cuánto soy capaz de salir de mi lugar cómodo y luchar por lo que quiero. Una cosa es sentirse preparado, pero una muy diferente es renunciar a los intereses personales.

De la misma manera, para iniciar un sueño, no se requiere capacidad o preparación para enfrentar las adversidades. Más allá de eso, Dios nos enseña que, para seguirle, lo más importante es dejar de lado nuestros intereses y entregárselos a Él, para que juntos acaben la torre que un día comenzó a ser edificada en nuestras vidas.
Eso es segur a Cristo... Y cuando tenemos un corazón dispuesto a conocerle, Él también nos enseña a renunciar.