sábado, 30 de junio de 2007

La espera que desespera


Su cuerpo arrugado y vejado por el tiempo daban cuenta de sus edad. Sus ojos trémulos y sus lánguidos movimientos lo caracterizaban. Ya era de edad avanzada... Pero estaba pensativo, tal como en su juventud. Cada día, al voltearse en la cama, y ver a su esposa acostada durmiendo, le venían a la mente muchas preguntas acerca de lo sucedido hacía ya mucho tiempo.
Esa mañana se levantó dándose cuenta que la promesa se había tardado bastante; ya habían pasado más de diez años esperándola.

La urgencia fue tal que preguntaba cada día a su esposa: ¿Has sentido algo extraño en el estómago? ¿Algún dolor de cabeza, náuseas, vómitos? Pero ella lo negaba... En esos momentos Abraham la miraba y al ver su rostro alicaído por los años anhelaba ver su sueño cumplido.
Esa mañana recordó el preciso momento en que Dios le prometió un hijo. "Pero, ¿cómo tendré yo un hijo, Señor?... Eso es imposible!!". Los cielos callaron ante esa pregunta, mientras se oía un viento recio golpeando sus mejillas. Recordaba también que Sara se había reído de aquella hermosa fantasía de tener un hijo en su vejez.

Ya habían pasado bastantes años... Imagino a Sara y Abraham sentados a la mesa cada día y preguntándose cuándo llegaría el esperado bebé.


¿Qué sucede cuándo la solución a las cosas pasa por seguir esperando sin ver nada bueno a nuestro alrededor?¿Qué sucede cuándo los planes de Dios se ven detenidos y atrofiados por las circunstancias? O peor... ¿qué pasa cuando creemos que lo peor en nuestras vidas ya pasó y viene algo más malo? Pareciera que en esos momentos los cielos también están callados y cerrados para nosotros. Pareciera que el Padre que un día se nos dio a conocer, de pronto se hubiera ido de viaje sin avisar o que las oraciones simplemente no son escuchadas.
Cuesta esperar... Cuesta no ponerse ansioso... Cuesta seguir avanzando... Son tiempos de desierto en que no vemos más que arena a nuetro alrededor y vemos el sufrimiento. Pero estoy convencido que más allá de los problemas, dolor y sufrimientos, Dios tiene todo un sueño con nuestras vidas. Tiene todo un plan conmigo... Y dentro de ese plan está incluido el dolor.

Pero, ¿cómo se puede concebir un Dios que es en su totalidad bueno y que permita que nos pasen cosas malas? Y yo respondo con otra pregunta: ¿Cómo sabrás de manera personal que Dios es poderoso, si no lo ves actuar en medio de las circunstancias imposibles de solucionar? ¿O cómo dirás que Dios es tu alegría si no has pasado un tiempo de tristeza y Él haya puesto sobre ti Su mano?
Hay veces en que ya no sé qué plan aplicar para solucionar las cosas, cuando éstas escapan de mis manos... Y es en ese momento en que me doy cuenta que esperar en Él es lo esencial. Como dijera Joyce Meyer: "Esperar es pasar tiempo con Dios". No significa quedarse de brazos cruzados esperando a que pase algo sorprendente. Significa escuchar Su voz que no nos da la solución, pero sí nos díce: "No temas", "Yo estoy contigo". Ya varias veces dentro de este año he colapsado preguntando a Dios si todo el dolor terminaría... Pero ahí no debe estar mi miarada, sino más bien convencerme que su mano fiel me cubrirá del daño ajeno y me hará soñar mil veces más que ahora.
Cuando estoy desesperado, lo único que atino es a subir a mi pieza o salir a caminar y comenzar a decir a Dios: "Tú eres fiel; nunca me dejarás". En esos momentos estoy solo con él y soy quien verdaderamente soy, sin caretas ni argumentos, con todo lo que tengo... Hasta que me he convencido que nunca me dejará. ¿He dejado de pasar circunstancias difíciles? Para nada. ¿He dejado de llorar? No. Pero sé que Su mano hará un milagro, así que prefiero esperar lo que viene sin mirar atrás. Sé que el Padre me sanará y me consolará. Sé que nunca acortará Su amor para conmigo. Él me lo ha dicho ya... Me lo ha dicho cuando le canto, cuando hablamos en la mañana o en la noche. Me siento amado por Él, aunque las circunstacias sean duras... Siento que siempre hay un lugar para mí en Él, aunque quiera escapar de los problemas y de las personas...
Vale la pena esperar... Vale la pena aguantarse un poquito, para vivir una alegría más grande después. Y sobre todas las cosas, que nazca Isaac en nuestras vidas. Reiremos junto a los nuestros... Sé que sucederá.


Isaac: Risa